"Mi alma de mi corazón, más pequeña que un grano de arroz, más pequeña que un grano de cebada, más pequeña que un grano de mostaza, más pequeña que un grano de mijo, este alma que está en mi corazón es más grande que la tierra, más grande que la atmósfera, más grande que el cielo, más grande que los mundos." (The Upanishads, vol4, pp. 207).
Probablemente, los Upanishads constituyan el conjunto doctrinal de textos más influyente en la cultura hindú. Se piensa que se pudieron escribir entre 1200 y 500 a. de C. Las palabras con que iniciamos este nuevo post revelan una preocupación existencial por la naturaleza humana, por la esencia más profunda de lo que somos, por "el alma del mi corazón", algo tan pequeño y tan enorme a la vez, algo tan simple y tan complejo, tan cierto y tan incomprensible al mismo tiempo...
Han pasado siglos desde entonces, muchos años de camino hasta llegar a donde nos encontramos. Muchas cosas, evidentemente, han cambiado de manera profunda. Sin embargo, la preocupación existencial por desentrañar lo que somos sigue formando una parte indisoluble de nuestro avance continuo.
La cognición como actividad mental.
Reformulando algunas de las cosas que habéis encontrado en el trabajo previo, me interesa abordar de manera particular algunos conceptos particularmente imporatntes a la hora de comprender las bases del desarrollo cognitivo infantil.
Podemos entender por cognición el conjunto extenso de la actividad mental. Todo aquello que realizan de manera combinada cientos de miles de redes neuronales. Es, el resultado del funcionamiento de un sistema de cómputo cuya estructura fundamental es orgánica, biológica, nuestro cerebro.
La figura que os adjunto revela esta realidad en algunas de sus dimensiones fundamentales. En primer lugar, si la cognición es toda actividad mental del individuo, podemos decir que abarca tanto cuestiones relativas a nuestra conciencia como aquellas que se escapan a nuestra capacidad consciente. En la vida hay muchas cosas de las que nos damos cuenta; sin embargo, son muchas más aquellas que sucederán y permanecerán ocultas a nuesttro acceso consciente.
Esquema de las dimensiones fundamentales de la Cognición Humana. (c) Javier Herrero 2013 |
Antes de abundar en esta idea, cabe señalar que una parte de la estrucutra del sistema cognitivo está implicada funcionalmente en la gestión del contenido informacional del entorno, en lo que socialmente entendemos como "gestión del conocimiento". Si bien la sabiduría popular tiende a asimilar los conceptos de conocimiento y cognición, nos interesa aquí separarlos. Entendemos por conocimiento el bagaje informacional de un sujeto (ideas, proposiciones, representaciones del mundo, visuales, sensoriales en general). El conocimiento humano actúa en relación con la disposición de sistemas de memoria, cuyas dos funciones principales son el almacenamiento y la recuperación de información. Los seres humanos venimos al mundo con un complejo sistema de memorias, corto plazo, sensorial, episódica y semántica, que nos permiten albergar prácticamente todo tipo de experiencias vividas. A su vez, la memoria humana se enriquece en sí misma dado el carácter de recursividad del propio sistema de conocimiento, es decir, cuya propiedad fundamental es la posibilidad de almacenar datos procedentes no sólo del exterior sino también del interior de la mente humana. Así, por ejemplo, un niño puede jugar, a los 4 años, al caballito montando en el palo de una escoba sólo por el simple hecho de que su memoria alberga algún tipo de representación de la acción y de la situación, aún cuando ni el caballo ni la acción de montar se encuentran disponibles en el medio.
La Memoria humana actúa como una enorme fuente de alimentación para el procesador cognitivo. Sin memoria, no se puede actuar, la vida sufre un deterioro significativo y la persona se vuelve, entonces, claramente dependiente del entorno. Tal es el caso de las alteraciones mnésicas que se presntean en cuadros degenerativos como demencias, Parkinson o la enfermedad de Alzheimer.
En los niños pequeños, el motor está aún por conformar, las redes neurales que soportan el almacén de datos aún tienen que estabilizarse -más porque requieren una depuración que por que tengan que crearse nuevas conexiones-. Por ello, de forma similar a lo que puede ocurrir en los casos anteriores, los niños pequeños también son, en cierto modo, dependientes. Necesitan a sus "mayores" para ajustar su modo de funcionamiento a los requerimientos de un contexto que, en ocasiones, puede ser muy demandante (cruzar una calle, pedir comida, apagar las luces para crear un clima adecuado para dormir, asearse..., negociar.).
El conociento, la información, alimenta al procesador. En la imagen, puedes observar que el sistema de procesamiento humano es de alta complejidad -al menos para lo que hoy por hoy conocemos-. La atención actúa a modo de un sistema de filtraje de la información de entrada. ¿Imaginas lo que ocurriría si toda la información sobre el mundo estuviese disponible al mismo tiempo?. Probablemente, nuestro sistema se colapsaría. Por ello, necesitamos de sistemas de alerta, atencionales, que nos permitan "comprender" el mundo, aunque sea por partes. Tendremos ocasión de entrar más detenidamente en este punto.
El gran procesador central de nuestro sistema cognitivo es fascinante. A día de hoy pensamos que conocemos muchas más cosas que hace apenas 100 años y, sin embargo, es posible que aún estemos en "pañales", como los niños que son objeto de nuestro estudio.
La capacidad de procesamiento cognitivo de un humano comprende su actividad consciente pero no podemos olvidarnos de la actividad que se escapa a este control "activo" de nuestra consciencia. Tendemos a pensar que lo que pensamos constituye nuestra cognición, por ello -segundo error conceptual- tienden a asociarse los conceptos de cognición y pensamiento. Si entendemos por pensamiento el resultado consciente de la actividad mental -lo que yo pienso-, entonces, la cognición es algo que abarca mucho más. Veamos algunas características distintivas.
Por un lado, la actividad consciente del sujeto está mediatizada por la actividad de la memoria a corto plazo, cuya capacidad limitada hace que sea tan sólo una porción puntual del conocimiento la que se pueda gestionar en tiempo real. Es más, los niños pequeños, en edad infantil, presentan una merma funcional en la capacidad operatoria de la memoria a corto plazo, frente a la competencia adulta.
Si bien la actividad consicente del individuo es limitada, este hecho presenta, por el contrario, algunas ventajas evidentes. Así, por ejemplo, nos permite contolar la acción, y esto es clave para la supervivencia del individuo, del mismo modo a como lo ha sido para la de la especie. Piensa, por ejemplo, en las conductas de escape ante una amenaza, o de evitación ante un peligro. Piensa, por ejemplo, en situaciones más complejas como la negociación o una situación de cooperación. Tanto para huir, como para evitar, negociar o cooperar, la actividad controlada del individuo guía la recuperación de información del mismo modo que permite el control eficaz de la acción. Los niños pequeños, nuevamente, no están en las mismas condiciones que los adultos. Así, por ejemplo, son peores evitadores de peligros, escapan más ante las situaciones peligrosas, no saben negociar como nosotros o se las ven y se las desean cuando tienen que cooperar. Habrá pues que esperar un poco para que el sistema esté listo para ser válido de una forma plena.
Por otro lado, la actividad consciente permite al individuo pensar sobre su propia acción, es decir, realizar algún tipo de actividad cognitiva. Si bien ésta es una cuestión a la que acudiremos de nuevo con posterioridad, baste decir ahora que la metacognición es una competencia cognitiva que distancia con claridad a la especie humana de sus antecesoras en la escala de la evoluaición.
En un ejercicio de complementariedad asombrosa, la actividad inconsciente del individuo constituye, probablemente, la mayor parte del conjunto total de la cognición. Tan solo somos conscientes de una porción pequeña de lo que hacemos. Afortunadamente, desde hace una décadas, los numerosos estudios sobre neurocognición y función cerebral, soportados por el uso de tecnologías como la RMf o la estimulación eléctrica transcraneal, han aportado datos objetivables de la existencia de esta "cara oculta de la luna". Aspectos tales como la aproximación solidaria entre personas (el por qué de los agrupamientos entre iguales obedece a indicios no conscientes de procesamiento), el reconocimiento de rostros, las preferencias de consumo o la conducción experta, demuestran, en el día a día, que la actividad no consciente permite al organismo estar ajustado al entorno sin tener que consumir un exceso no soportable de energía. Tan solo mantener el cuerpo de pie, sin que se caiga, hace que las células de Purkinje, de nuestro cerebelo, actúen por nosotros, como un mecanismo que evalúa en tiempo real la posición de nuestro cuerpo en relación a su eje estable de gravedad. La no disposición aún de la estructura reticular bien configurada en los niños de alrededor de una año de vida, hace que esta tarea resulte infinitamente más compleja para ellos que para nosotros. Esto, también, es cognición.
Por último, un apunte, La conformación de un sistema de carácter cognitivo como el humano, dotado de estas características funcionales está mediatizada, por un lado, por la combinación de biología y experiencia vital. Ambos elementos nutren el contenido informacional de nuestro sistema. La biología configura algunos aspectos críticos relacionados con el carácter, parte de la personalidad, con el estilo cognitivo, esto es, con la manera en que las personas tienden a reconocer y procesar los diferentes orígenes de la información; por su parte, la experiencia modela la talla biológica, añadiendo matices al bagaje de conocimiento de la persona, convirtiendo así un almacén de datos en un sistema que provee unas características identitarias, en relación con la cultura del sujeto, con su forma de entender su vida y su realidad y con la forma en que éste se enfrenta a nuevas experiencias, cargado de expectativas, creencias y deseos.
Todo ello, finalmente, debe contar con la "intromisión" de una variable fundametnal en la existencia humana, probablemente no tan reconocida socialmente, el tiempo. Necesitamos tiempo para configurar un sistema de forma válida y estable. Sin tiempo, no se produce. Intentar forzar ésta maquinaria para que se constituya antes sólo llevará al caos y a la ineficacia, pues se trata de una maquinaria biológica, cuya esencia es, al igual que la essencia del universo del que nos hablaban los Upanishads al principio de este documento, temporal.